La imponente silueta del Castillo de Malgrà caracteriza el perfil de la ciudad de Rivarolo desde 1333, año en el que se inició su construcción por voluntad de la familia de los condes de San Martino. Creado como defensa militar, se transformó posteriormente en acogedora residencia señorial gracias a una serie de importantes intervenciones estructurales y decorativas, posibilitadas por el periodo de paz iniciado en el siglo XIV.
El edificio, que en su origen comprendía dos construcciones separadas y una elevada torre de defensa, se amplió con el añadido de una planta en el ala oeste y se decoró con frescos realizados encima de la entrada principal y bajo el pórtico en el interior del patio.
A principios del siglo XVII la propiedad del complejo pasó a manos de los Gria y, más adelante, a los Cortina di Favria. En el ala norte, a partir del siglo XVII, se crearon amplios salones con bóvedas decoradas con motivos florales, utilizados en la actualidad como salas de exposición para exposiciones temporales.
El arquitecto Boggio di San Giorgio diseñó la elegante escalera que conduce al pasillo de la primera planta, caracterizada por las ventanas con arcos de medio punto que se asoman a la campiña del Canavese.
A finales del siglo XIX, gracias a la prudente previsión de la condesa Natalia Francesetti, llegó hasta el castillo de Rivarolo el saber de Alfredo D’Andrade y de su colaborador Carlo Nigra para encargarse de una gran restauración estilística.
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